Llega la primavera y, con ella, las alergias, esas afecciones que tienen gran impacto en la población y pueden alterar la vida cotidiana, ya que producen picazón, ardor, resequedad, estornudos y ojos llorosos, entre otras molestias.
Como suele suceder, hay muchas opiniones y comentarios que surgen del sentido común y, a lo largo del tiempo, fueron dando lugar a diferentes mitos, que es conveniente revisar y contrarrestar con información específica.
Analizamos algunas afirmaciones y suposiciones que escuchamos con frecuencia.
Si bien no son los responsables, los cambios en los niveles de humedad influyen en el recuento de pólenes y, a mayor cantidad de polen en la atmósfera, más posibilidades de sufrir síntomas. Durante los días lluviosos el polen húmedo se precipita al suelo y eso suele provocar gran alivio a los pacientes alérgicos.
Como la humedad también afecta a la mucosa respiratoria (cuanto más seca, mayor adherencia ofrece a los pólenes), puede aumentar o reducir la intensidad de los síntomas.
Las alergias se pueden presentar en cualquier momento de la vida, incluso en edades avanzadas.
No son lo mismo, pero existe una fuerte relación entre ambas patologías. De hecho, entre el 50 y el 80% de los casos de asma tienen una causa alérgica.
La sensibilización alérgica forma parte de un grupo de enfermedades complejas en las que hay una fuerte interacción entre genes y factores ambientales. Sin embargo, un paciente con predisposición genética, e incluso con pruebas cutáneas positivas y alteración de la cantidad de anticuerpos marcadores de alergias, puede llegar a no tener jamás síntomas alérgicos.
Las alergias se producen por un mecanismo inmunológico y no emocional o psicológico. La causa de las mismas son los alérgenos (ácaros, pólenes, alimentos en el caso de alergia alimentaria, etc.). No obstante, los factores emocionales como el estrés, la angustia, el miedo o los cambios bruscos de tiempo o los enfriamientos actúan como factores desencadenantes de los síntomas.
Los ácaros del polvillo habitacional son causantes de enfermedades alérgicas de la vía respiratorias (rinitis y asma). En general, tanto los repelentes, como los sprays tradicionales que se usan en los hogares no tienen efecto sobre los ácaros. Existen acaricidas especialmente elaborados para combatir este tipo de insecto microscópico. los cuales no han resultado efectivos ya que no son los ácaros vivos los responsables de la alergia, sino sus deyecciones, que permanecen durante años en colchones y ropa de lana.
De todas maneras, lo más importante es mantener los ambientes aireados y permitir que entre luz solar, no acumular papeles, peluches y demás elementos que junten polvillo. Estas simples medidas disminuyen la concentración de ácaros.