Trabajó más de cuatro décadas al servicio de la salud pública. Desde el inicio de la pandemia, y al frente del Instituto de Hemoterapia de la Provincia, centró sus esfuerzos en la investigación del uso de plasma de convalecientes para recuperar a personas enfermas de coronavirus.
En las primeras horas de la mañana del viernes 7 de agosto del 2020, la triste e inesperada noticia sobre el fallecimiento de Nora Etchenique en un accidente causaba un gran impacto. En el primer aniversario de su muerte, la reconocida médica sigue presente en el recuerdo de todas las personas que compartieron junto a ella distintos aspectos de su vida personal y profesional.
Dueña de una extensa trayectoria de trabajo al servicio de la salud pública, durante más de 40 años dedicados al ejercicio de su profesión, la doctora Etchenique recorrió diversos ámbitos e instituciones, y desde cada lugar siempre trabajó con el compromiso de forjar un acceso a la salud equitativo, solidario y de calidad. En 2020, durante su gestión en el Instituto de Hemoterapia de la Provincia de Buenos Aires, centró sus esfuerzos en la investigación del uso de plasma con la esperanza de hallar un tratamiento para curar y recuperar a las personas enfermas de coronavirus.
Giglio Prado, médico sanitarista y actual vocal del Directorio de IOMA, recuerda a Nora como una gran amiga y trabajadora incansable, siempre comprometida para generar las condiciones necesarias para lograr un acceso a la salud para todas las personas. “Ella jugó siempre un papel muy importante en algo que considero estratégico y un gran logro: que todo aquello que tiene que ver con la sangre y con que la medicina transfusional no esté gobernada por el mercado”, destaca con orgullo el doctor Prado.
Durante su gestión, la doctora Etchenique fue pionera en la implementación de los fundamentos técnicos y administrativos de la especialidad de Hemoterapia, que llevaron a la descentralización de los bancos intrahospitalarios de sangre para crear unidades estratégicas de trabajo más efectivas: los Centros Regionales en distintos puntos de todo el territorio bonaerense. El resultado de esa política sanitaria repercutió en una mejor gestión territorial y en mayor equidad para que las personas puedan acceder a la sangre y sus derivados ante situaciones de emergencia y necesidad de estos componentes. Su colega Rosario Céspedes recuerda a Nora expresando que “Siempre militó un proyecto de salud poniendo el cuerpo y su personalidad, con amor, llevada siempre por el ideal de que la salud para todas las personas, es posible”.
En 2019, cuando asumieron las nuevas autoridades provinciales, Nora fue convocada para volver a dirigir el centro de donación de sangre. Durante los primeros meses de su gestión las condiciones sanitarias globales cambiaron bruscamente a causa del escenario planteado por la pandemia del coronavirus. El Instituto de Hemoterapia bonaerense no solo continuaba con las actividades de donación de sangre, sino que además comenzaba con los ensayos con plasma de las primeras personas recuperadas de Covid-19.
La labor realizada por Nora y el Instituto resultaron fundamentales, debido a que se desarrolló un importante trabajo para destacar la importancia de las donaciones de plasma entre aquellas personas que cursaron el coronavirus y se curaron. Desde el inicio de la pandemia, en toda la Provincia de Buenos Aires, ya fueron transfundidas más de 10.000 personas, y desde el Instituto de Hemoterapia, los Centros Regionales y hospitales provinciales se continúa trabajando para tener plasma disponible.
Nora Etchenique, en una entrevista que tuvo con nosotros, nos había hablado acerca de los avances en los tratamientos con plasma para afrontar el Covid-19. Con su compromiso y solidaridad como bandera expresaba: “Es necesario que la sociedad tenga otra cultura de la generosidad, pensando responsablemente en las otras personas porque siempre hubo alguien que se enfermó, que se enferma o que se enfermará”. En el primer aniversario de su fallecimiento, las palabras de Giglio Prado sintetizan su legado y por eso la recuerda como “un ejemplo de vitalidad, de fortaleza, de capacidad de reparar, de capacidad de formar y de crear rumbos. Ahí estaba el centro de su valor y por eso, de la gran pérdida que representa”.