Incluir desde el lenguaje
Fabiana Grasselli, investigadora y especialista en lenguaje inclusivo, reflexionó junto al área de Comunicación Institucional de IOMA sobre el lenguaje y sus dimensiones política, ideológica y filosófica. Aportó claves para utilizar un lenguaje que nos incluya a todos, todas y todes y porque “lo importante es ver cómo decimos ésto que debe ser dicho, y ya no puede ser callado, ni ignorado”.
Con el objetivo de crear vínculos comunicacionales con todo el universo afiliatorio, el área de Comunicación de IOMA mantuvo una charla entrevista con Fabiana Grasselli, especialista en lenguaje inclusivo, investigadora del Conicet, doctora de la Universidad de Buenos Aires en Cs. Sociales, licenciada en Letras y profesora de Enseñanza Media y Superior en Letras.
Para introducir en la temática, Grasselli aclaró que “el lenguaje inclusivo no es una idea nueva, sino que fue formulada por una corriente de lingüistas y filósofos del lenguaje entre los años 20 y 50 del siglo pasado, quienes trabajaban sobre el concepto de que el lenguaje es un terreno de disputas”.
En este sentido, indicó que no hay que pensar en el lenguaje como algo estático, cristalizado en un diccionario, sino que hay que entenderlo por el modo en que se lo usa y pone en práctica. “¿Y para que lo usamos?- se preguntó la especialista – con el lenguaje nos comunicamos y como toda producción cultural, no está liberada de la ideología, de las marcas del sujeto o la sujeta que usan ese lenguaje”.
En cuanto a esta dimensión ideológica, Grasselli señaló que “quienes utilizamos el lenguaje no somos abstractos, somos seres sexuados, que pertenecemos a una clase social, que tenemos determinados privilegios u opresiones, historia, relaciones de poder y usamos el lenguaje en contextos históricos y sociales específicos que condicionan nuestro uso”.
La investigadora resaltó la invisibilización que históricamente se hizo de las mujeres y de otras disidencias a través del lenguaje. “Hemos sido puestos como sujetos de los cuales se habla, no como sujetos que enuncian”, lamentó.
“Las lenguas romances (español, portugués, francés) están configuradas en función de que lo universal en la marca de género tiene la ‘o’ que corresponde al masculino, en el lugar de lo que contiene todo. Si en un lenguaje lo universal se solapa con lo masculino, aquello que no es lo masculino es ‘lo otro’, lo ‘no universal’”, explicó Grasselli.
En esta línea, reflexionó que “esto nos ha situado históricamente a las mujeres en la invisibilización como sujetos sexuados, porque si nosotras, nosotres tenemos que sentirnos incluidos en lo masculino como si nos contuviera, hay que pensar también lo que implica esto política, ideológica y filosóficamente. Significa que nuestra diferencia es borrada, eliminando también nuestra diferencia corporal, de sexuación y nuestra experiencia de vida, porque todos sabemos que no es lo mismo caminar la vida portando un cuerpo de mujer, de varón o en un cuerpo trans”.
Frente a este silenciamiento, la especialista valoró el aporte de las corrientes lingüísticas feministas quienes consideran que “las mujeres hemos desarrollado estrategias para hablar un lenguaje propio, en una lengua que nos invisibiliza”.
“Queremos ser nombradas, queremos tener un lugar en la lengua que visibilice que nosotras no somos lo mismo que los varones, somos la mitad de la población mundial, tenemos diferencia sexual, diferentes experiencias, nuestra vida está marcada por esas condiciones y tenemos derecho a poner en el orden del discurso esas experiencias”, sentenció.
En su argumentación, Grasselli detalló el modo que en este proceso social ha venido tomando esa lucha política, esta reivindicación de ser nombradas y nombrades. “Tiene que ver con esto de la ‘e’, que resulta tan molesto pero tiene ensayos previos que son el uso de ‘@’, de ‘x’, la reduplicación (los, las) y todas las formas que se encuentran dentro de los umbrales de tolerancia de las gramáticas del lenguaje”, explicó.
“El uso de la ‘e’ es una estrategia política que tiene la particularidad de dar en el corazón del lenguaje, porque viene a modificar la marca de género, que era un aspecto inamovible como marca gramática” advirtió Grasselli.
En relación a las resistencias que genera este nuevo uso del lenguaje, consideró que “tienen que ver con la resistencia a las transformaciones que se vienen dando a raíz de las luchas del movimiento de mujeres”, aunque mencionó también el rol importante que juegan las cuestiones generacionales y culturales de toda la población.
La profesora y licenciada en Letras manifestó la importancia de que las instituciones se hagan eco de las nuevas formas del lenguaje, “lo que no se nombra no existe”, expresó y aclaró que “esto realmente tiene consecuencias políticas y sobre la vida de la gente.”
Por este motivo, instó a que “quienes trabajamos en educación, en salud, en la justicia, entre otras, incorporemos en el discurso un modo de visibilizar y mostrar que quienes habitamos este mundo somos mujeres, hombres, trans, no binaries, si somos nombrades con la ‘o’ universal, estamos siendo silenciades, silenciadas”. “Lo importante es ver cómo decimos esto que debe ser dicho, porque ya no puede ser callado, ni ignorado”, concluyó Grasselli.