Ser padre o madre de un adolescente no es tan trágico como parece. Los jóvenes tienen fama de dejados, desordenados, descuidados, pareciera que nada les importa. Pero sólo pareciera. Ellos están esforzándose por ser independientes, por vivir todos los cambios de la mejor manera posible, para interlacionarse de un nuevo modo con sus pares, sus profesores y sus padres. Para ello necesitan ayuda, una guía, una contención, alguien que los acompañe, para no estar a la deriva.
Sugerencias
Hacé saber a tu hijo que lo amás, pase lo que pase. Los jóvenes necesitan una relación de confianza y cariño con sus padres, para sentirse seguros.
Hablá con él, escuchá sus ideas y opiniones. Compartí momentos, hagan actividades juntos.
Conocé a sus amigos, lo que hacen en la escuela o en las actividades extra escolares; esto te permitirá comprender mejor a tu hijo.
Demostrale interés por sus cosas.
Asistí a las reuniones de la escuela, actos, festivales, eventos deportivos.
Respondé a las preguntas que te haga sobre sexualidad y riesgos de la salud. No lo evadas. Lo que vos no respondas lo aprenderá en otro lado, y tal vez no sea de la mejor manera.
Enseñale a respetarse a sí mismo y a respetar a los demás.
Desafiá a tu hijo a descubrir su potencial.
Mostrale que estás orgulloso de sus logros.
Los límites
Guía a tus hijos hacia opciones que lo mantengan seguro. Aunque los jóvenes pueden pelear con sus padres sobre algunas decisiones, por lo general ellos se dan cuenta que los límites puestos para ellos, en vez de control, son una señal de cariño.
Ellos pondrán en duda las reglas de la familia, la escuela y comenzarán a desafiar a quien se interponga en su camino. Frente a ello, lo importante es establecer el dialogo y dar lugar a la discusión.
Cómo comunicarte
Es importante que seas honesto y abierto con tus hijos, cuando estén hablando de valores, creencias o ideas.
Hacele saber si estás disgustado con su manera de comportarse.
Ayudalo a realizar sus elecciones, mostrándole todas las opciones posibles.
Alentalo.
Es muy significativo que reconozcas que la vida de él puede ser muy distinta de lo que fue tu propia adolescencia. Lo ideal es rescatar lo mejor de cada vivencia: la tuya y la de tu hijo.