La preadolescencia y la adolescencia es un período de crecimiento rápido: físico, intelectual, social y emocional. Saber qué clases de cambios han de esperarse puede reducir las “molestias” del proceso de crecimiento, tanto para los padres como para los jóvenes.
Hay que comenzar por conocerlo
La mayoría de los jóvenes piensan en extremo: o es blanco o es negro, bueno o malo, erróneo o correcto.
Comienzan a poner en dudas las reglas de la familia y la escuela y a desafiar a sus padres.
Tienden a pensar que nada malo les sucederá. Esto ayuda a explicar porqué están dispuestos a tomar riesgos.
Creen que son el centro de interés de todo el mundo. Esto explica por qué tener un granito en la frente parecería ser el fin del mundo.
Comienzan a pasar más tiempo con sus compañeros y menos con su familia.
Empiezan a formar su propia identidad, explorando ropa diferente, peinados, amigos, música y pasatiempos.
El estar malhumorados será común mientras luchan por buscar una identidad propia.
Tienen sentimientos encontrados. Por ejemplo en los casos de padres separados, es muy común que un día su hijo no quiera verlo y al día siguiente esté pegado a su lado.
Quienes estén perturbados, tienen la tendencia a exteriorizar lo que están viviendo, portándose mal, usando alcohol, drogas, escapando de la escuela, etc. De esta manera expresan su dolor emocional.
Cómo ayudarlo a crecer
A veces los preadolescentes y adolescentes están preocupados por sus cuerpos en proceso de cambio, porque no está desarrollándose a la par con sus amigos. Tranquilizá a tu hijo, indicándole que los jóvenes crecen y se desarrollan a su propio ritmo y que los cambios son normales.
Explícale la importancia de la buena higiene personal para sentirse bien uno mismo y ante los demás. La revolución de las hormonas en esta etapa repercute en las glándulas sudoríficas por ejemplo, que comienzan a hacerse sentir.
Elegí bien en qué lugares hay que dar batallas. Confrontá con tu hijo en temas importantes tales como el progreso escolar o las drogas, y dejá de lado los asuntos menores como los peinados o la forma de vestirse.
Permitile que tome más decisiones en la medida que él demuestre capacidad para usar su propio juicio.
Hablá con él. Conocer qué piensa y cómo le caen los cambios que está viviendo, facilitará y mejorará el transcurso de esta etapa tan traumática.